Me gusta visitar las casas que venden cosas usadas. En una de ellas encontré algo que buscaba hace tiempo: una radio Noblex 7 Mares. Estaba rota e iba al desguace: la compré por monedas y la hice arreglar en el barrio. Ahora está aquí en la mesa, frente a mi y me trae voces en la noche.
Habla y me habla. Es difícil creer que no haya vida en ella, que esos hombres y mujeres que seducen calladamente en la noche están en otras ciudades, pequeñas o grandes de la lejanía. La escucho y escribo estas palabras, como velando una mujer que duerme, por eso escribo con
lapicera de pluma para no molestarla con las interferencias del microprocesador de
E
Giramos el dial y surgen sonidos como venidos de un tiempo antiguo, radios provinciales, cerealeras, marítimas, Córdoba, Rosario. Formas de comunicar que parecen perdidas.
Y eso que no tentamos
Este aparato es como un perro perdido que he adoptado. No puede contarme su historia, decirme de su primer dueño, o ese día luminoso que salió de la caja por primera vez. Qué voces, qué palabras, qué músicas ha traído a este rincón del mundo. Ahora recorre los mares de la escucha
bajo mi mando. Juntos navegamos un océano eterno que nos rodea invisible.
Es noche fría. La onda viene y va. Trae música y se esfuma. Vuelve con palabras que no deja terminar, en la próxima vuelta serán diferentes. No importa. Es un momento mágico y para serlo debe terminar.
El texto servirá como ayuda para el escrito "Me colgué de la radio". Esperamos que lo tengan en cuenta como ejemplo.
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